Abro el periódico y leo que la peli de Tarantino irá a Zabaltegi y me tumbo y recuerdo aquel festival de aquel año. Recuerdo a Jeanne Moreau pasar entre la gente, a Jarmusch ir a buscar a Sarah Driver, recuerdo la cola de Paris je t'aime y a la chica que se colaba en las fiestas del Maria Crstina. Cierro los ojos y me veo en aquella cama de aquella pensión, hablando por el móvil y fumando Lucky Strike, recibiendo la mala noticia de que el productor no iba a estar allí y decidiendo bajar a ver si encontraba alguna entrada para la peli de Kore-Eda. Pienso en la librería Metrópolis, en que muchos años antes mi vida ya estuvo unida a ella por una llamada de teléfono y en que aquella vez, como si ellos lo supieran, me regalaron un libro por la compra que les hice. Recuerdo una mañana que llovía y que quizá fuera la siguiente a la noche en que le entregaron el premio a Max von Sydow.
Cierro el periódico e intento olvidarme de todo y echo cuentas del dinero que me queda para vagabundear por Europa y de lo que haré cuando vuelva. Si alguna de todas esas cosas fuera bien, si el libro funcionara, si la serie saliera, si Filmax comprara el guión, quizá, incluso, el año que viene podría volver a aquella pensión, a fumar y a hablar por teléfono y a recibir malas noticias que curar con cine.
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