Saturday, August 18, 2007

Mi amigo Aitor

Una vez conocí a un chico que se llamaba Aitor, tenía nombre y apellidos vascos, acento sevillano, sangre puertorriqueña, pasaporte norteamericano y todavía no lo sabía, pero iba a salvarme la vida.

Aquel chico venía de ganar algunos premios con un cortometraje en el que un servidor aparecía en créditos de forma casi accidental. Aitor y yo nos encerramos durante noches en un piso muy al norte de Madrid para hacer los Story Boards de un corto que había escrito y que nunca se llegaría a rodar. Una noche, estábamos discutiendo los planos y me dijo ya no iba a ser Ayudante de Dirección, que quería que lo codirigiera con él. No acepté su proposición y al igual que no supe apreciar la generosidad de sus palabras, tampoco sube que iba a salvarme la vida.

Meses después intentó rodar otra cosa cuyo nombre no recuerdo, era un corto con un tono similar a “Ronin” de Frank Miller. El rodaje se canceló a las pocas horas de haber empezado y Aitor y yo tuvimos una bronca terrible que terminó con la promesa por su parte de que no volveríamos a trabajar juntos y con la mía de que no volveríamos a ser amigos.

Pasaron los años que aunque fueran pocos siempre son demasiados en estos casos y un día nos volvimos a cruzar, “hola y adiós”.

Nos cruzábamos todos los días y nunca pasábamos de ahí. Un día quedamos con la excusa de tomar algo y poner a parir a enemigos comunes. Eso exactamente es lo que hicimos, seguir con la excusa, porque tan pronto como nos sentamos en un bar que terminaría siendo decisivo en nuestras vidas, nos dimos cuenta que no hacía falta reconstruir el pasado.

Llegó su cumpleaños, una borrachera conjunta y una palabra: “Mongolia”. Tenía una película que se llamaba así, la había escrito con una chica con la que había hablado algunas veces y me pidió que lo leyera; era, además de un buen guión, una película maravillosa.

Acabé sentándome en aquel bar muchas veces, con él y con Isa, la otra guionista. Escribimos muchas versiones de aquella historia, nos fuimos dos veces de vacaciones juntos para seguir escribiendo. Aitor e Isa se convirtieron (y todavía lo son) en una pequeña familia con la que compartes muchos chistes e historias que nadie más entiende. “Mongolia” creció, terminó en el despacho de un productor importante y empezó a tener vida propia hasta el punto de empezar a ponerle actores a los personajes. Pero para que Aitor pudiera dirigir nuestra película tenía que rodar un corto en 35mm, el bautismo de fuego de cualquier cortometrajista... los tres de nuevo nos volvimos a juntar para escribir “estos años en silencio”, un corto que todavía espera una subvención que lleva meses retrasándose. Mientras tanto, Aitor y yo habíamos escrito un corto de ciencia ficción que tampoco pudo rodarse.

Desde hace unos días hemos vuelto a escribir juntos, se llama “El telón de acero” y es un corto pequeño y muy divertido.

He dicho que Aitor me salvó la vida y no sé si es algo que él sabe. Probablemente siga sin saberlo porque no le diré nunca la dirección del blog para que pueda enterarse. Aitor apareció, como un muerto viviente que vuelve para recordarte que no eres más que un superviviente, apareció y me llevó en una dirección que hacía años que me daba miedo explorar, esa dirección de historias divertidas, encantadoras, románticas y alocadas que hacía tiempo había dejado de escribir por miedo a pensar en una vida mejor que la mía. Esa dirección que no necesitamos definir previamente cuando nos sentamos a escribir. Gracias a él, ahora soy más feliz.
Muchas gracias, esta vez sí que rodamos.

La foto que sigue la tomé en una de nuestras vacaciones. No lo he dicho, pero él me descubrió las mejores playas del mundo.



No comments:

Post a Comment