Casi todo el mundo ha escuchado alguna vez la historia pero muy pocos la conocen. El 30 de junio de 1989, un destacamento de militares españoles en Baler, Filipinas (recordemos que en esa fecha, Filipinas es una provincia “transoceanica” de España) se refugia en una iglesia ante lo que parece ser una gran insurrección del pueblo filipino, ayudado por las tropas estadounidense. Allí dentro permanecerían 337 días, repeliendo los ataques de los enemigos y negándose a creer todas las noticias que desde fuera se les daba sobre “El tratado de París”, según el cuál, España renunciaba a la posesión de las islas.
Sólo un cúmulo de casualidades, hicieron que el Teniente Martín Cerezo, el último mando que tomó bajo sus órdenes al destacamento, creyera que efectívamente, la suya era la última bandera española que ondeaba en un país que ya no le pertenecía y el 2 de junio de 1899, los soldados abandonaban su refugio quedando para la historia con el nombre de “Los últimos de Filipinas”.
A su llegada a España, Martín Cerezo escribió “El sitio de Baler” sobre su experiencia durante el asedio, un libro que os recomiendo, os interese la historia militar (el libro creo que es de lectura obligada en West Point) o, como a mí, es resulte bastante ajeno.
La cosa es que en 1945, el director Antonio Román hizo una versión de la hazaña con actores como Fernando Rey, José Nieto, Conrado Sanmartín o Tony Leblanc que, aunque es muy muy buena (buenísima, me atrevería a decir) deja ver en más de una ocasión un ramalazo fascista nada sano (vamos, como que fue declarada “de interés nacional”)
La cosa (siempre hay dos cosas) es que en 2008, sin que nosotros hayamos vuelto a contar la historia (si fuésemos americanos la habríamos contado más veces que el tiroteo de O.K. Corral) y tras un proyecto de Garci que nunca llegó a hacerse, los filipinos se pusieron manos a la obra y rodaron su propio “Los últimos de Filipinas” al que llamaron “Baler”.
Por raro que parezca, la versión filipina tiene más de un punto en común con la película de Román (más allá de los hechos históricos, claro) y verla es una de las cosas más curiosas que me han pasado en los últimos meses. No esperéis encontrar a ningún actor español en el reparto, ya que todo se lo meriendan con filipinos y latinoamericanos hablando castellano y con un protagonista, Jericho Rosales que interpreta a un mestizo hispanofilipino, con el que justifican que el protagonista español domine el tagalo. Narrativamente es bastante más torpe que la versión del 45 pero su exotismo supera con creces un guión que necesita hacer constantes cortes en la línea temporal.
De verdad, una experiencia que vale la pena.
Mañana os quedáis sin “peli rara”, que me tengo que ir a Toledo a hacer un reportaje para Scifiworld. Para no quedaros con hambre, podéis veros una y otra vez el trailer de “Baler”
(y que la jodia peli tiene premios que no veas, un puñado en el festival de cine de Manila y otro tanto en la Academia de Cine filipina)
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