Algunos la conoceréis como la Casa Usher, otros como Amitville. Como toda maldición tiene un fin (cuando encuentra un maldito en el que perpetuarse) la de mi casa ha empezado a remitir. De momento, ya tengo dormitorio... que nadie dude que un día dejaré de escribir y la culpa será de esa cama, que se habrá partido en dos lanzándome al agujero del infierno que se oculta debajo.
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