Año dos mil y algo, no quiero pensar en el algo porque me deprimo, estoy rodando en la calle cuando aparece F. F todavía no es el tipo que ahora es pero ya es un productor con un par de Goyas. Alguien del rodaje, un actor, conoce a F y se acerca a saludarle.
Hablan. F mira lo que estamos rodando.
“Traémelo en cuanto lo acabes, tiene una pinta estupenda”
Años después, miro la estantería y veo 9 latas de Super16mm; nunca lo acabé.
Año dos mil y algo pero de un algo más reciente. X lee 10 folios míos y me dice “Es publicable”. Años después intento convertir los 10 folios en 20 folios pero después de hacerlo veo que las nuevas páginas solamente son una repetición mala de las otras 10.
Meses después, T lee el primer acto de un guión que he escrito. T es una t muy mayúscula en el cine de terror, que es al género al que pertenece mi proyecto. Dice cosas muy buenas, habla de visión propia del terror, de medida exacta... “Si este guión sigue como arranca se lo enseñaré a Y (Y es productor de cine de terror)”. Empiezo a conocer mi ADN y le digo a T que si me dice eso entonces no podré seguir escribiendo. Él se ríe y dice que no tiene ninguna duda de que no tengo razón. Meses después, las demás páginas son un horror, yo lo opino y T también lo hace. Nadie más llega a leerlo.
Años más recientes. Tengo un relato de 10 páginas que le ha gustado a M, que me dice que si le añado 100 pagínas seguro que consigo publicarlo.
Anoche intenté hacerlo pero terminé soñando con esa frase (y con esas historias).
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