Sunday, February 3, 2008

El post

Hace un rato que llegué a casa y entre jugada y jugada de la Superbowl he visto la retrasmisión de los Goya que ha hecho TVE y que dejé programada para que se grabara.
Como, dentro de lo que cabe y dentro de lo que ahora puedo apreciar, la realización no ha estado nada mal y acortar solamente han acortado algún momento puntual (y bien acortado), me decido a contaros lo que nadie os habrá contado todavía: La post-gala.

A pesar de los chupa-chups con los que Academia nos ha obsequiado, en cuanto termina la ceremonia todo el mundo se enciende un cigarro. Da igual que haya Policía Nacional por doquier porque somos tantos los que tenemos ganas de fumar que da igual.

Entre los cigarros y los comentarios sobre la gala (todos, todos, sobre la sorpresa final de “Mejor película”) nos encaminamos al cóctel que se celebra en el piso superior del Palacio de Congresos. Como la cola para subir es infernal (se accede por unas estrechísimas escaleras mecánicas) aprovecho para fumarme otro cigarro.

Hay dos escaleras: la estrechísima y otra que conduce a la sala de prensa (y de ahí al cóctel), pero esta última es solamente para gente con Goya y presentadores (y gente lo suficientemente hábil como para colarse)

En la espera está todo el mundo. Álvaro de Luna habla con Massiel y por un momento pienso en acercarme puesto que me le presentaron hace tiempo y me gustaría decirle que tenía que haber ganado ese Goya y otro por el que ni siquiera está nominado: el de mejor actor secundario por “Teresa”. Obviamente, no lo hago, ya me ha dado bastante vergüenza saludar a gente que sé que me conoce como para saludar a alguien que seguro que no me recuerda.

Más allá está Leticia Sabater con un vestido muy raro que no deja de ser lo menos raro de toda ella. Saludo a un par de personas, a Carolina, a Bea, que aparece como de la nada y me hace mucha ilusión que me salude. Todos estamos haciendo tiempo. Los actores se juntan, a nuestro lado están Bárbara Lennie y Verónica Sánchez y yo me enciendo otro cigarro y miro la copa de la Lenníe deseando poder llegar hasta arriba y coger una de esas (miro la copa después de mirarla a ella... madre de dios, la de películas que le escribiría yo a esa chica. Eso es belleza y elegancia). Alex de la Iglesia para por allí, juraría que va con Tallafé pero no lo puedo asegurar, quién seguro que va con él es Neus Asensi. Belén Rueda pasa a toda prisa rumbo a algún lado (supongo que a la fiesta de El Orfanato que va a tener lugar en el Hotel que hay en la Plaza de Santa Ana) y Maribel Verdú baja de la sala de prensa, abrazándose a todo el mundo, haciéndose fotos... no me canso de verla en persona, es la alegría personificada, siempre riéndose, siempre abrazándose. Creo que poca gente en este país se merece tanto la buena suerte como esa chica.

Seguimos esperando y me despido de Bea, me despido de Bea mientras no dejo de pensar en la grima que me da Leticia Sabater (afortunadamente no hay rastro de Yola Berrocal, a la que vi fugazmente en la entrada... ¿como se cuela esa gente en esta cosa? ¿no sería más útil dar esas entradas a gente de la ECAM o la ESCAC?).

Julio Fernández pasa a mi lado y luego lo hace Enrique Cerezo. ¿No debería haberme traído un guión en el bolsillo?.

Por fín, conseguimos subir las escaleras mecánicas con tan mala fortuna que se estropean en ese momento y me toca subir la mitad a pie.

Arriba, en el cóctel, el panorama es de lo más divertido. Mesas con unos diminutos platitos y fuentes de comida para servirse (y cestas con unos panecillos buenísimos), barras con bebidas. Raúl Arévalo habla con alguien que me suena, el niño de El Orfanato corretea con su Goya en miniatura. Yo pido una Coca-Cola, me encuentro con Guillermo Arribas y sigo dando una minivuelta antes de irme a casa.

Al fondo veo la sala de prensa, que está llena de gente. Veo a Manuela Velasco hablar con alguien y me enciendo otro cigarro sin sentirme culpable (¿a quién se le ocurre celebrar una entrega de premios del cine en un sitio en el que no se puede fumar?)

Termino el cigarro y termino la Coca-Cola, me cruzo con Goya Toledo, intento dejar el vaso vacío en una mesa pero en ella están hablando De la Iglesia y Amenábar y pienso que no, que no es el mejor sitio para molestar dejando un vaso. Encuentro una mesa con restos de comida y dos Goyas y dejo la copa mientras intento adivinar lo que puede costar en Ebay una estatuilla de esas.

Me voy pronto porque Dios no me hizo el ser más nocturno del mundo y además, tengo gripe y me espera la SuperBowl. De camino a la salida me encuentro con Tono, miembro del equipo de producción de los Goya y la persona que me firmó mi primer contrato como guionista. Le saludo y le felicito por la gala, estoy a punto de recordarle que la próxima vez que nos veamos será en Andalucía, rodando a 40 grados a la sombra, pero no, bastantes disgustos debe haber acumulado ya como para recordarle eso.

Bajo las escaleras y me río al ver a dos chicas embutidas en pantalones de vinilo que responden a ese estereotipo (real, completamente real) de chica-de-todo-menos-inocente- en-busca-de-famoso-que-la-haga-famosa (antes de escuchar ningún comentario, sí, también he conocido alguna vez a algún chico que buscaba a alguna famosa que le hiciera famoso, pero creo que o son menos o son menos reconocibles). Me río de las chicas porque están tristes y reclaman sus abrigos en el guardarropa. No sé si es que se dan por vencidas o si es que tienen frío (yo lo tendría si llevara uno de esos tops).

En la puerta hay coches caros que esperan, una chica que intenta convencer a un tipo de seguridad que no la deja pasar y un grupo de policías que hablan en corro.

Llueve sobre Madrid.

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