Thursday, February 21, 2008

Lo prometido es deuda

Julia, gracias por echarme de menos.

Tampoco estoy bien del todo, pero ya estoy mejor. Me he prometido seguir escribiendo pase lo que pase y aunque no voy a poder sentarme a escribir un montón de cosas que debería haberos contado y que no he hecho y que haré (la historia del taxista pelirrojo, la de los hinchas de fútbol que se tiraban sobre los coches, la de la anécdota con Paul Naschy, la de la chica del tatuaje que me encontré en el concierto de Krakovia o la de la noche en que me levanté empapado en sudor), voy a perderme escribiendo algunas cosas sobre la ansiedad.

Lo peor de la ansiedad es cultivarla, me dijo una vez mi psicóloga. La ansiedad tiene forma de Campana de Gauss (joer, la de cosas que recuerda uno del cole)... es decir, si uno es capaz de afrontarla lo suficiente, ésta empieza a bajar.

Para afrontarla no hay que hacerla caso... si te genera ansiedad el salir de casa pues te plantas en la calle hasta que notas que desciende.

Cada vez que no la afrontas modificas la campana para la próxima vez. Es decir, si no sales a la calle, la vez que lo hagas te costará más tiempo empezar a notar que la ansiedad desciende.

Un truco para combatirla consiste en escribir (aquí, los guionistas con ray-ban, y por ende, todos los guionistas, tenemos terreno ganado). Te sientas y escribes todos los estímulos negativos que tu cerebro manda “Si salgo a la calle voy a cruzarme con Esperanza Aguirre”, “Si salgo a la calle voy a convertirme en una estatua de piedra”, “Si salgo a la calle va a violarme el cura de la iglesia que tengo al lado de casa”. Cuando termines de escribirlo, lo lees una y otra vez y una y otra vez y una y otra vez y una y todas las veces del mundo hasta que la ansiedad decrezca.

¿funciona?

Creo que sí, no lo sé. He tenido crisis que han desaparecido haciendo esas cosas y crisis que han desaparecido sin hacer nada.

En esta ocasión, todo ha empezado a remitir por hartazgo. Empezó un día en que quise ver un corto hecho por un amigo... tenía el DVD en la mano y me costó ponerlo, aún así lo hice pero no pude pasar de los primeros minutos. Mi ansiedad tiene algo que ver con eso de la anagnórisis, ese palabro que los guionistas instruidos y que, como servidor, han perdido tiempo de su vida buscando la verdad en las páginas de la Poética, reconocerán como el término con el que Aristóteles identifica el momento en que el personaje toma conciencia de quién es. En este caso mío, la anagnórisis es una estúpida (pero real) mezcla de recordar la edad que uno tiene y los fracasos que uno atesora. Después de aquel corto, o de aquellos minutos de corto, no pude leer guiones durante unos días... el corazón se me ponía a mil y me faltaba el aire. Intentar ver el corto me producía la misma sensación. Intentar hacer otra cosa que no fuera escribir por trabajo y/o ver una película, me la producía (si escribía por placer, también ocurría).

Lo mejor es que vuelvo a ser un poco yo y que ahora estoy escribiendo por placer. Gracias por los mensajes en el foro, por los e-mails, por las cervezas y por las llamadas de teléfono.

Mañana quizá hablemos del taxista pelirrojo.

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